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1. Un año para la partida.

IMPORTANTE: Las fotos que usted está por ver no han sido retocadas ni modificadas para mantener la realidad del relato. Algunas (por no decir la mayoría) no tienen un grado muy alto de dignidad, pero eso es parte del relato. También debe saber que cada relato trae consigo una canción al fondo de referencia con el contexto del mismo. Se recomienda leer y escuchar a la vez. Y así, continúo...


Mi nombre es José Alejandro Guedes Rodríguez, tengo 23 años y nací en Caracas, Venezuela. Según mi fecha de nacimiento, mi signo zodiacal es Sagitario; no es que yo crea mucho en estas cosas, pero si algo me han dicho es que los de mi signo suelen ser muy extrovertidos (sí), intensos (sí, y mucho) y sobretodo muy sortarios (no tenía idea de cuánto). Por lo general tengo una suerte increíble, pero también creo que es cuestión de proyección y de karma, porque yo soy muy dedicado con lo que hago y tengo siempre la mejor disposición y energía. La gente lo nota.


Desde pequeño siempre tuve el sueño de ser cantante, actor, bailarín; en realidad, no sabía qué quería, pero veía musicales infantiles y me provocaba estar en esos escenarios, en esas series y películas. Sin embargo, mi autoestima nunca me dejó ni siquiera intentarlo. Si hay algo que me caracteriza es mi oído y mi retentiva musical, dignas de un músico con diez años de experiencia; mi papá lo notó desde mi infancia pero siempre me decía que, si bien mi oído era bueno, mi voz no tanto. Y así crecí creyendo que no tenía madera de cantante, lleno de complejos sobre mí mismo, y frustrado. Sin mencionar que era el gordito, nerd y afeminado del salón. Muchas gracias.


Si me preguntan cuándo comenzó mi idea de irme del país, les diría que desde mi infancia. Mis intereses siempre estuvieron afuera: no soy fan de la música latina (y la música me importa de sobremanera), mucho menos de la llamada "viveza criolla" (siempre le discutí a mis allegados que hicieran las típicas trampas que hacen los venezolanos), me encantan las ciudades grandes (eso lo descubrí cuando me mudé a Barinas a los ocho años y sufría más que "Precious" sin su tobo de pollo frito) y más recientemente: quiero ser un intérprete integral, es decir, actuar en musicales. En Venezuela no hay mucho campo para los artistas, a menos que seas del tipo de Chino y Nacho, a quienes detesto de una forma tan grande, que siento que ya es personal, como si viniera de una vida pasada. Ni yo mismo me entiendo.

En fin, a los 18 años me mudé otra vez a Caracas, solo, a estudiar Comunicación Social en la Universidad Santa María. Para mi papá era demasiado pagar alquiler, comida, transporte y universidad, así que cuando planeamos mi partida dijimos que yo iba a ingresar en la coral de la universidad para optar por una beca. Quizás no era un solista, pero sí que podía cantar coros. Sorprendido quedé cuando mis profesores de la coral me animaron a estudiar canto y a desarrollar mi talento.


Yo había empezado la carrera en Barinas, y estuve ahí hasta el cuarto semestre, donde destaqué en el grupo por mis notas, mi creatividad y algunas obras que escribí y presenté en clase. Obviamente, esto empezó a mejorar mi autoestima. Después, cuando me fui para el quinto semestre a Caracas y quedé en la coral, me sentí aún mejor. Sin mencionar que bajé de peso, pero eso fue porque estaba pasando trabajo, nada que ver.


Entonces encontré el Taller de Teatro Musical de la Compañía Lily Álvarez Sierra, audicioné y quedé, para mi sorpresa. Ahí me di cuenta de que tengo cualidades para esto. En un principio había ingresado para divertirme y soñar, nunca pensé en dedicarme a ello.


Así que estudié en la universidad, estuve en la coral con beca 100%, estudié Teatro Musical – pagando la escuela haciendo rifas, vendiendo carteras y cualquier otra cosa- y trabajé en un laboratorio de bioanálisis hasta que me gradué. Obvio, nunca tenía tiempo para nada, pero estaba enamorado de lo que hacía. Además, me gané también la beca para el segundo nivel en la escuela de Teatro Musical por mi desempeño y dedicación.


Y usted se preguntará ¿Por qué es relevante esto? Porque querer es poder. Ese período en Caracas fue una locura: nunca tenía tiempo ni dinero, me las vi negras con varias de las habitaciones en las que alquilé, me quedaba en la calle y pedía asilo a mis amigos, entre otras cosas. Pero eso era lo que yo quería: ciudad, teatro, música, mi carrera. Todo tiene su precio, eso hay que tenerlo en cuenta siempre.


Cuando me gradué empecé a planear mi salida. Por supuesto que la situación del país fue un detonante. Estaba cansado de no tener dinero para nada, me habían robado unas cinco veces, odiaba las colas para conseguir productos que estaban escasos, y todo en una sociedad que no me llenaba. Quizás para los que aman el reggaetón y los estándares sociales que actualmente rigen a Venezuela era más fácil que para mí soportar tantos infortunios.


Pensé en irme a Bogotá, no quería irme tan lejos de mi familia y Colombia se veía en una excelente situación. Ahorré 150 dólares, compré el pasaje sólo de ida (obviamente no tenía idea de lo que estaba haciendo) y me disponía a irme en febrero del 2015. Al final mi plan se cayó por varias razones (evidentemente, y gracias), y dije que me regresaba a Barinas a casa de mis padres para ahorrar un poco más. Allí mi amiga Nova me empezó a sugerir que me fuera con ella para Argentina.


Sinceramente, me convenía más porque la educación es pública y es lo mejor que hay para estudiar y ejercer en el Teatro Musical en Latinoamérica. Me convenció. Empezamos a planear; ella tenía un pasaje para Julio y yo nada. Trabajamos de meseros en un bar-restaurant de Barinas hasta que ella se fue y yo me quedé, aún ahorrando solo el dinero del pasaje.

Encuentre usted al José en su época de camarero en Barinas. (Imágenes de Instagram)

Cuando averigüé la primera vez, estaba en 24.000 bolívares el pasaje. A los dos meses subió a 80.000, y para colmo, los ciento cincuenta dólares que había reunido se perdieron de alguna forma que aún es un misterio en mi casa.



Me tomó más de un año reunir lo poco que pude privándome de casi cualquier gusto, y cada vez que sentía que estaba cerca del monto del pasaje, seguía aumentando una barbaridad. Repetidas veces tuve ataques de histeria; Gritaba cosas como: "¡Dios mío! Me quiero ir ¡Ya! Quiero irme del país sea como sea, así me toque dormir en un terminal, así me toque limpiar pisos ¡Lo que sea pero quiero irme!", lleno de furia. Mis padres se preocupaban al verme frustrado, pensativo y deprimido dando vueltas por la casa, pensando qué hacer para poder irme por fin. Mi mamá me preguntó repetidas veces "pero, si aquí tienes todo lo necesitas: casa, comida, tu papá te lleva a todos lados y yo no te molesto si quieres salir o lo que sea ¿Por qué estás tan desesperado por irte?" Me costó explicarle mis metas y mi sensación de no encajar en la sociedad.


Cuando Nova se fue, en Julio del 2015, me dejó cincuenta dólares para lo que necesitara. Yo la despedí con una cena que no podía pagar, pero que no era ni la mitad de cincuenta dólares; y me quedé como un niño regañado, preocupado y esperando a que mi turno fuera pronto.


La noche de la cena con Nova, yo nos coloqué estas cintas azules para recordarnos que estamos conectados y que fuimos, como estas cintas, cortados por la misma tijera. Romántico, ¿Eh?



Pedí la cita para mi DNI en Argentina desde Venezuela y me cayó para el ocho de octubre. En ese momento el pasaje estaba en 180.000 bolívares. Perdí la cita, obviamente. Empecé a desesperarme; estaba intentando conectarme con el viaje como fuera. Hasta había empezado a "creer" en la ley de atracción y de pedirle al universo, a dios, ya no sabía a qué más. Tanto insistí, que cambié mi contraseña de Facebook a "voyaestarenargen05", pretendiendo que mi viaje fuera en Mayo (mes 05). Usted se imaginará mi delirio cuando Nova se fue en Julio, dos meses después de mi "05", y yo no tenía el dinero para el pasaje completo aún, ni mucho menos ahorros. Lo peor es que esa ley tuvo algo de cierto, pero no pensé en que uno debe ser específico con el universo. Al final, cuando salí de viaje, era 05, pero de Noviembre.



Uso esta canción del musical "Once on this Island" de fondo porque la canté demasiadas veces. Esta chica, como yo, le ruega a los dioses que su destino termine de pasar. Se traduce "Esperando por la vida", mi historia en otro contexto.



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