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Preámbulo

“La felicidad vale más que la dignidad…”

Eso fue lo que pensé cuando cruzaba la frontera de Venezuela hacia Brasil a pie, en un sol inclemente, con una maleta de 15 kilos, un bolso de 10 kilos y un morral morado de unos 5 kilos que ya casi se volvió una parte de mi cuerpo de tanto uso; los que me conocen saben que es así. Lo peor es que cuando me dije eso a mí mismo no pensé que iba a pasar lo que tuve que pasar, yo: un joven de 22 años, inofensivo, sin hablar portugués, con 220 dólares en efectivo para llegar a Argentina por tierra (sabiendo que esa cantidad no alcanza) y contando con un extraño de 28 años que había conocido hacía una semana en el aeropuerto internacional de Maiquetía, y que estaba igual de desesperado que yo por salir del país.


Ya sé, no fue lo más juicioso que hice en mi vida, pero sí que valió la pena. Empiezo desde cero con mi historia, para nada digna, sumamente aparatosa, pero divertida y valiosa para mi crecimiento personal y, si le llega a atrapar, probablemente también para quien lo lea.

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